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"...Una vez, al filo de una lúgubre media noche,
mientras débil y cansado, en tristes reflexiones embebido,
inclinado sobre un viejo y raro libro de olvidada ciencia,
cabeceando, casi dormido,
oyóse de súbito un leve golpe,
como si suavemente tocaran,
tocaran a la puerta de mi cuarto.
"Es -dije musitando- un visitante
tocando quedo a la puerta de mi cuarto.
Eso es todo, y nada más.""
Esta es la confesión ante las letras
de esta alma que naufraga en las tormentas,
Algo agotado, intranquilo y algo tenso;
Ensimismado en la complejidad del verso.
Ingreso al claustro escabroso del encierro,
Los tonos negros predominan cual entierro.
Abro el cuaderno en el poema en el que intento
Trazar en líneas la desdicha y mis lamentos;
La tinta en tantas letras traza los bosquejos
De la zozobra y el dolor de tiempos viejos.
Lejos del cielo y más cercano del infierno,
No es tanto el fuego es más el hielo en lo interno.
Servido el trago; vino tinto y algo espeso
Llevo la copa hasta mi boca y en un beso
Fundimos nuestro aliento y de repente hacia los miedos;
Caí de bruces al asomarse el recuerdo...
E andado solo, introvertido y algo inquieto,
Pero algo en mi está cambiando por completo,
Apunto al hecho de un total esparcimiento;
En mis latidos, mis sentidos le detecto.
Actúo después algo impávido y sereno,
Me he relajado al suscitar que tengo el pleno
Y rotundo control de cada espacio en mi cerebro;
Habrá de ser un normal funcionamiento
En un ser de la noche y sus tantos lamentos.
Los siento ahora que la luna me ha cubierto;
Presiento que aunque dormido estoy despierto,
Que los delirios mas agudos me han envuelto.
Las sombras se pasean me vigilan con paciencia;
Es algo sutil pero noto su presencia,
Asumo luego que es un rasgo de demencia
Pero lo adopto y lo hago parte de mi esencia
Si el cielo se torna brumoso es la prueba
Que a mis latidos le aceleran las tinieblas.
Hablando entonces asimismo comprendo
Que los delirios son producto del estruendo.
La depresión en su presa me ha vuelto,
Las esperanzas con los ánimos se han muerto,
Lo más latente que hay en mí son los intentos
De hacerle a mi vida una herida en sus alientos.
CORO:
Los antidepresivos no funcionan para mí,
Es un loco demente que de aquí quiere salir.
Los pájaros dan vuelta en su jaula y claro esta;
Que las voces que me agobian no se cansan de gritar.
"Deja mi soledad intacta.
Abandona el busto del dintel de mi puerta.
Aparta tu pico de mi corazón
y tu figura del dintel de mi puerta.
Y el Cuervo dijo: Nunca más."
II
Tres de la mañana y continua la tormenta;
La luz del sol entre las sombras se ausenta,
Reina la noche y la oscuridad despliega
Sus negras alas que eternizan las tinieblas.
La luna en los cielos brumosos se inquieta;
Esta expectante a los actos de esta secta.
Es la locura quien gobierna en mi cabeza,
Las voces hablan de alegorías perversas.
Es en poemas en que escribe esta alma enferma
Y es a la muerte a quien adopto por emblema,
Tomo la mano de su sombra que me altera,
Que me acompaña, quien me ampara y que me espera;
Le dejo al mundo -tras mi muerte- mi conciencia;
Es una hiel, es una herida, es una espesa
Y profunda mirada ante la vida cual condena;
Será la muerte auto-dictada quien libera...
"Y el Cuervo nunca emprendió el vuelo.
Aún sigue posado, aún sigue posado
en el pálido busto de Palas.
en el dintel de la puerta de mi cuarto.
Y sus ojos tienen la apariencia
de los de un demonio que está soñando.
Y la luz de la lámpara que sobre él se derrama
tiende en el suelo su sombra. Y mi alma,
del fondo de esa sombra que flota sobre el suelo,
no podrá liberarse. ¡Nunca más!"