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Esther y Eli hacían canciones en casa hasta que un día los amigos las convencieron para cantar en público. Esther y Eli dieron algunos conciertos a los que invitaban a amigos a tocar con ellas para pasarlo bien. Y así, dos amigos, Vero y Carlotto, se convirtieron en componentes fijos de Me and the bees. Grabaron un disco, "Fuerza bien" (La Castanya, 2010). Muchos, al escuchar a Esther cantar, quedaban fascinados. Sin proponérselo, ya era un grupo. Pero lo importante seguía siendo pasarlo bien.

Cuando vinieron a La Casa Murada, Me and the bees habían cambiado. Eli ya no estaba, Esther tocaba el bajo en vez de la guitarra y había otro amigo, Guillem, que les acompañaba a los teclados. Tenían canciones nuevas para grabar y estaban a punto de sacar un nuevo disco, "Mundo fatal" (La Castanya, 2014). Esther echaba de menos a Eli, y cree que la echará de menos mientras haga música.

Pero del cambio ha sacado cosas buenas: otro amigo que les acompaña cuando puede, Guillem, perder el miedo a tocar el bajo de nuevo, hacer canciones de otra forma, quizás más eléctricas y encendidas que antes. Y por encima de todo, le ha servido para perder el miedo a los cambios, aunque sea solo un poco.

Tres días después de estar en La Casa Murada, Me and the bees se iban al festival SXSW de Austin, el lugar al que centenares de grupos de todo el mundo van en busca del cazatalentos que les descubra, del contrato con el mánager que les tiene que cambiar la carrera. Esther dice que fue un éxito porque fueron a Austin a pasarlo bien. Así de sencillo. Como las canciones que hace junto a sus amigos.