Compiuters

Cada adelanto de la Humanidad ha traído consigo un riesgo, desde que la Revolución Industrial amenazara con jubilar a la mano de obra del mundo, la computadora cerniera la posibilidad de reemplazar de plano a la especie humana o el video matara a las estrella de radio. Modestamente, el tecnopop de los '80 acarreó lo que muchos en la época consideraban una amenaza contra la pretendida originalidad de la música: si todos tienen los mismos teclados, nada va a impedir que todos terminen sonando igual.



Dos décadas más tarde, Compiuters usan eso a su favor. Hasta ahora hubo músicos y movimientos, como el electroclash, que reciclaron ese pop de sintetizadores, pero este grupo chileno lleva la cita al plano literal. Tal vez tengan los mismos teclados, tal vez cuenten con los software apropiados, lo real es que los instrumentistas de Compiuters conocen el sonido al dedillo, desde los claps y las baterías marcadas hasta los timbres de teclado Casio de la época. Los acordes que se oyen en "El quiebre" son los mismos que Paul Hardcastle puso en "Nineteen" en 1985, o que los Cars pusieron en "Hello again" en 1984, o que Los Prisioneros, que entre otras cosas fueron el mejor grupo tecnopop chileno cuando fueron tecnopop, pusieron en "Independencia cultural" en 1986. Es más claro aun cuando Compiuters tocan una canción llamada "Virus", porque es una versión de "Superficies de placer", de los argentinos Virus, hijos de la misma época, y tampoco hay que dar muchas vueltas para acordarse de Nadie, otro grupo chileno de teclados, de hombres y mujeres y de los ochenta.



Ese es el primer atractivo. Parecerse a Devo, a Men Without Hats, a Yazoo, a Bronski Beat, no puede sonar mal y el baile está garantizado. No todo es cita: en general Compiuters tienden a rapear tanto como a cantar y ese es un rasgo nuevo, tal como se oye en la canción más adictiva del disco, "El quiebre", que es hip-hop con batería programable instantáneo para llegar y bailar breakdance. Pero la adicción sobre todo es por el sonido. No es gracias a Rodolfo Roth ni a las fiestas de los ochenta que aparecen como hongos cada fin de semana. Es gracias a Compiuters que estamos de nuevo en 1984.



David Ponce