Salvaje Decibel

Location:
Metropolitana de Santiago, CL
Type:
Artist / Band / Musician
Genre:
Hip Hop
Site(s):
Label:
Poblacional Stayla
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“The kids no longer greet each other with an ‘hola’–they do it with one hand in their boxers and the other on the handle of their pistol.”



Like many of the best rap artists, pride for their rough native neighborhood fuels many of Salvaje Decibel’s best tracks, like “Casas Bajas,” which unfolds in rapid fire Chilean Spanish, backed by a perfectly stuttering beat.



Politically charged lyrics, poetic timing, and melodious timbre give Salvaje Decibel a sound that retains a musical sensibility despite its hard edge, making it equally good for a cruise through Santiago’s streets or a protest. by Matt Dillinger.



POBLACIONAL<--------------------------------------------

Cuando caminamos por las calles de tierra, por los pasajes angostos y aplanados por los miles de pies que se unen para recorrer todos los días, toda una vida nuestras mismas pobres y dispersas avenidas. Son las calles de nuestras poblaciones, son las calles de las esperanzas, de los sueños y de las emociones, son las calles en las que se gritó la necesidad de tomar un espacio en los años 50 y 60, en la que se vivió la organización popular en los 70 y son las mismas de la fuerza rebelde en los ochenta.

Esos son nuestros pasajes, los mismos que atravesamos hoy, pero de los cuales poco sabemos de su historia. Y aquí queremos hacer un pequeñito acto de justicia histórica, contando cómo es que llegamos –nosotros- a vivir en el mundo POBLACIONAL.

Desde mediados del siglo XIX, miles de campesinos y peones se vinieron a las ciudades. Llegaron en trenes, en carretones, o andando simplemente. Eran los pobres, los “descamisados”, los “marginales”, los “lúmpenes”, así fue como les llamaron desde el centro de la ciudad, que era el espacio privilegiado de unos pocos. Algunos llegaron a establecerse en los márgenes de la ciudad “patricia” o “ilustrada”, otros se quedaron en la periferia. Y los más levantaron sus ranchos, tolderías de paja con piso de tierra que en invierno se convertía en barro y en verano parecía desierto cubierto de moscas, pulgas y otros insectos.



A medida que pasaron los años, fuimos adentrándonos en la ciudad de “ellos” (de los otros), que cada vez se iban más arriba: dejaron el centro para mudarse a los cerros, a sus Dehesas, a sus Apoquindos, a sus Arrayanes, mientras nosotros dejábamos los ranchos para irnos a los conventillos. Así nos recibía la ciudad, en construcciones precarias que no tenían ni alcantarillado, ni agua potable, y escasa privacidad. En los conventillos corría una acequia por el medio, allí se lavaba, se sacaba el agua para cocinar, y también se ocupaba de desagüe. La mayoría de nuestros niños moría por las condiciones insalubres, no había hospitales, ni centros de salud para que nos atendieran; teníamos que morir porque éramos pobres. Porque éramos extranjeros en esta ciudad que nunca estuvo planificada para nosotros. “Ellos” le llamaron a esto “la cuestión social”, y nos quisieron mostrar como si fuéramos inferiores, decían que debían darnos caridad porque éramos carentes. La ciudad “patricia” institucionalizó la caridad, las “damas” de la alta sociedad nos repartían comida y ropa, la Iglesia también creó sus instituciones, y armaron sus Hogares para pobres y sus comedores. Nos quisieron anular, sólo éramos válidos como receptores, pero mientras ellos se desvanecían en su caridad, nosotros empezábamos a empoderarnos, a pensar por nosotros mismos dónde y cómo tomábamos nuestro lugar en esta ciudad.

Y así en 1947 realizamos la primera toma de terrenos, fue La Zañartu, allí, muy cerca de donde hoy día está el Estadio Nacional. Pero duramos poco, ellos no tardaron en mostrarnos sus garras cuando ocupamos más terrenos de los que debíamos, nos mandaron a sus guardianes del orden, a apalearnos y dispararnos, por eso nos echaron de La Zañartu y, nos mandaron a la Legua. Y ahí nos quedamos, aceptando y generando solidaridad con muchos más que como nosotros también venían de donde mismo.



Allá por el año 1957, muchos de nosotros vivíamos en las llamadas “poblaciones callampas”. Las callampitas, se extendían a lo largo del Zanjón de la Aguada, eran míseras construcciones de palo y fonolita, vivíamos entre la mugre y los ratones, allí nos habían relegado, nuevamente nuestro único crimen era ser pobres. Pero la cosa comenzó a cambiar, nos dimos cuenta que no debíamos ni tramitar más ni pedir permisos, que sólo era cuestión de organizarse, de coordinarnos y de pensar donde ubicarnos. Sabíamos ya, que por más que pidiéramos siempre íbamos a recibir sólo migajas, más callampitas. Por eso, cuando en Octubre del 57, se incendiaron las callampas del Zanjón, supimos que ya no debíamos esperar más, tomamos nuestras cosas, las subimos a las carretas, cubrimos los caballos con sábanas y las herraduras con géneros, para que no sonaran, éramos más de mil, que caminamos abrigados exclusivamente de sueños y esperanzas. Atravesamos la noche en silencio, y cuando estuvimos allí, frente al la chacra llamada la Feria, decidimos ocuparla, cada familia demarcó su lugar, y así cuando amaneció, ya estábamos cada uno en su sitio, al poco rato llegaron “ellos”, nuevamente con sus armas y sus balas. Pero resistimos, aguantamos, y por eso nuestra población se llama “La Victoria”. Por primera vez tomábamos nuestro lugar sin pedirle permiso a nadie.



Luego vinieron más tomas, recuperaciones y ocupaciones de espacios, entre 1957 y 1973 vamos a estar presentes en la Caro, Santa Adriana, San Gregorio, La Herminda, El Cortijo, La Violeta Parra, Villa OHiggins, Lo Hermida, Germán Riesco, Sara Gajardo, Villa Francia, Jaime Eyzaguirre, y muchas más.



Un lugar especial en nuestra memoria, lo ocupa nuestra querida Nueva Habana, porque en parte fue una toma, pero además fue una ocupación general, nosotros auto-construimos todo, no recibimos ni pedimos apoyo ni aportes a nadie. Tomamos nuestro lugar y construimos nuestras escuelas, nos educamos, alfabetizamos, nos perfeccionamos, crecimos en comunidad. Y les provocamos temor, no podían creer que fuésemos capaces de aquello, por eso, cuando vinieron los años grises de las botas militares, lo primero que hicieron fue cambiarnos el nombre. Nos bautizamos el 1 de Noviembre de 1970 como Nueva Habana, y el 74, ya nos llamaban Nuevo Amanecer. Le temen a nuestro lenguaje, a nuestro nombres.



Vinieron los años duros, la época triste de los desaparecimientos y asesinatos, nos mataron una vez más por ser pobres. Pero ahí estuvimos, y como siempre la solidaridad y el amor de nosotros, como pueblo, hizo que permaneciéramos de pie, resistiendo a las balas y a la muerte. Frente al hambre paramos las “Ollas Comunes”, frente a la falta de trabajo “las bolsas de cesantes”, contra la inflación “los comprando juntos”. Ideamos nuestras propias formas, porque ante todo sabemos reconocernos, y aunque después “ellos” hallan creado sus propias poblaciones, con su institucionalización a través de la CORVI y el SERVIU y sus subsidios. Sabemos que los habitantes de esas casas, desde las DFL-2 hasta las Chubi somos nosotros mismos. Los constantes y permanentes pobladores que somos la mayoría de este país, de un país que siempre nos ha negado, que nos esconde. Pero ahí estamos somos la mitad invisible, la mitad del alma popular, la que lleva siglos en esta tierra continuando con sus ansias rebeldes y libertarias, que pisa cada mañana las mismas calles y pasajes de tierras para ir y venir, para seguir estando, para continuar construyendo este hermoso pueblo.

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SALVAJE DECIBEL "POBLACIONAL":



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