Rufus T. Firefly

La gente se agrupaba en las galerias de piedra o se movia entre la sombras, por la colinas azules. Las lejanas estrellas y las mellizas y luminosas lunas derramaban una palida luz de atardecer. Mas alla del infinito anfiteatro de marmol, en la oscuridad y la lejania, se levantaban las aldeas. El agua plateada yacia inmovil en los charcos, y los canales relucian de horizonte a horizonte. Las embarcaciones, delicadas como flores de bronce, se entrecruzaban en los canales de vino verde, y en las largas, interminables viviendas que se curvaban como serpientes tranquilas entre las lomas, murmuraban perezosamente los amantes, tendidos en los frescos lechos de la noche. Algunos chicos corrian por las avenidas, a la luz de las antorchas, y con las abejas de oro que llevaban en la mano lanzaban al aire finos hilos de seda. Aqui y alli, en las mesas donde burbujeaba la lava de plata, se preparaba alguna cena tardia, y desde el hemisferio oscuro del planeta, una musica serena se elevaba en el aire tranquilo, como el aroma de una flor.