Hanna

Location:
Madrid, ES
Type:
Artist / Band / Musician
Genre:
Latin
Site(s):
Label:
Universal
Type:
Major
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HANNA - Pura Hanna -



"pues no hay biografia que me pueda identificar canto lo que siento. Antes lo que sufria, y despues lo que anhelare de este recorrido que es mi vida, que es mi mundo, y sin el no vivo. Solo me quedara escuchar a los buenos de corazon y sin razon solo porque si" - Hanna



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Hay una chica en Madrid que sabe cómo abrir las puertas que le ha cerrado la vida a base de “coraje y cojones”, como dice la canción. Supongo que llegará el día en el que la música no se etiquete según estilos, sino según los órganos vitales que participen en la creación. Podríamos recorrer una tienda de discos de sección en sección: “Música hecha con el corazón”, en la planta primera; “Música escrita con el cerebro”, planta segunda; y en la tercera, al fondo, podríamos encontrar una estantería con “Música hecha con las vísceras”. Allí habría una foto bien grande de Hanna mirando desde arriba al resto de competidores. Y competidoras.

Porque la música de esta niña de barrio, de autopista de circunvalación y de cordones de zapatillas pisoteados, es la respuesta inconsciente a todas las bofetadas que ha tenido a bien darle el destino. Algunas han sido tan tremendas como escucharla cantar desgarrada, cerrando los ojos y pidiendo explicaciones a nadie en concreto, sabiendo que la niña ya no es tan niña y que canta para que no duela lo que a otros les habría costado la vida. Hanna canta por pura supervivencia.

¿Y qué es lo que canta? Hanna canta calle. Todo el rato. La avenida principal es su voz, que corre el peligro de romperse en cada verso. Esa voz va avanzando por calles hasta llegar a la plaza del hip hop, o edificio del R’n’B, o a la glorieta de la rumba más contaminada por el rock. Es lo que ha escuchado Hanna desde siempre, casi por casualidad. Sentada en los bancos del parque veía pasar coches, con chicos que derrapaban con las ventanillas bajadas y la música a todo trapo. Y de tanto verlos, de tanto escucharlos, un día decidió alargar por su cuenta esos trozos de canciones hasta tener las suyas propias. Sin más medios que su voz y sus manos para marcar el ritmo, cada día se imaginaba así misma cantando delante de miles de personas que la aplaudirían y la tratarían como a una reina. Entonces podría llevar a su abuela a los mejores restaurantes y se alojaría en los mejores hoteles. Pediría comida al servicio de habitaciones e invitaría a todas sus amigas a comer jamón del bueno hasta ponerse moradas. Porque desde su barrio se veía la ciudad a lo lejos y pensaba que en la ciudad estaba todo lo bueno.

Pura Hanna, así se llama el artefacto que tienes entre las manos. Una autobiografía autorizada y no intencionada de lo vivido y soñado por Hanna hasta ahora. Pura Hanna es alcohol sin destilar. Un disco sin cortar, nada literario. Una piedra en el pie que sirve de mensaje. Unas canciones escritas para vivir, no para lucirlas. Pura Hanna es lo que sale cuando uno no tiene ni idea de nada y sólo quiere sacar la cabeza del agujero y ser lo suficientemente libre como para reír sin deberle nada a nadie. A n-a-d-i-e.



Como la vida es un llanto sin un ápice de victimismo. Un “yo estoy jodida pero no me agacho” que va creciendo hasta acabar como empezaba: “Yo quería ver el cielo/ como yo lo vi al nacer”. Una declaración de principios en toda regla que se convertirá en el primer single y será la sintonía de la próxima edición de la Vuelta Ciclista a España. Un primer aviso de las once canciones que vienen después.

El estribillo de Por ti daría es el primer arañazo serio. Otra vez nos han hecho daño y otra vez nos tenemos que levantar. Al final acaba por ser cierto lo que nos dicen desde pequeños: las personas nos acabamos acostumbrando al dolor. Hanna da la vuelta a la tortilla y manda un recado a quien corresponda: “Porque te haya escrito un mensaje/ no te creas na’/ porque no soy tu mujer/ soy una chica que sólo te quería conocer”. El reggaetón que sonará en todos los coches tuneados de España, como las de su colega Haze, y que tiene una melodía de bazar turco que le hace, si cabe, más pegajosa.

Algunos versos de la letra de Ayer le vi no rimarían ni aunque hiciéramos trampa con las sílabas, por eso tienen tanta fuerza. Ecos a Amparanoia porque, quién sabe, lo mismo su vecino se compró un día un disco de ella en el top manta y lo puso hasta la saciedad. Y claro, las paredes de las habitaciones de las afueras son finas como el papel de fumar. Segundo arañazo.

Una rosa se perdió podría documentar la primera vez que Hanna escuchó a Estopa en el hilo musical del súper de su barrio. Tercer arañazo del disco. Una historia de amor imposible, de escapadas al sur, de cárcel y de dolor. Otra vez el dolor. “Quiero poner en mi vida algún color/ que aparente que no he sufrido bastante”.

No quieras es un r’n’b flamenco de estación de Renfe a primera hora de la mañana, con los andenes llenos y la hora pegada. Hanna ya no habla de ella, sino de cualquiera: de la peluquera que no llega al trabajo, del chapista que desayuna carajillos, del comercial engominado que lleva calcetines blancos y zapatos. De cualquiera.

Como en un mar eterno. Una canción especial para ella y para más gente, después de aparecer en la banda sonora de la película Yo soy la Juani, de Bigas Luna. Una balada concisa y sin tonterías: “miente y di que no me quieres/ miéntete como haces siempre”.

Hanna se pone brava en Revolución y, entre aires de frontera y jamaicanos, suelta la que quizás sea la proclama que resume toda una actitud: “Que yo no soy mala/ pero a veces me lo hago/ para que no me la des por la espalda”.

De vuelta de Jamaica, hacemos una parada en cualquier verbena de barrio, a la sombra de las luces de los coches de choque, con olor a gofre y con el ruido de la tómbola de fondo, para dar y recibir los primeros besos escondidos en Somos diferentes. Pero no hay príncipes azules, ni en el barrio ni en la ciudad. Y ahí está Hanna, sincerándose con ella misma: “He sufrido mucho/ y ahora que no sufro/ quiero conseguir/ a un hombre valiente/ que en medio de tanta gente/ saque la cara por mí/ y me haga ser feliz”. Primeras heridas.

Quizás la canción más adulta del disco, la primera prueba de que Hanna se hace mayor y de que va comprendiendo las reglas del juego, sea el bolero Castillos de arena.

Y entre tanto dolor, una canción de fe: Tu veneno. “Yo quiero ser tu veneno/ chiquillo te ofrezco el cielo/ y puedo hasta enamorarme”, dice Hanna. Y da gusto verla así de feliz, aunque sea durante un rato. Una fiesta necesaria que se pega ella solita.

Un dato definitivo: Verdeazul, el único tema donde Hanna no ha participado ni en la letra ni en la música, no suena ni la mitad de peligrosa que todas las anteriores. Hanna se vuelve intérprete y se disfraza por un rato de la Niña Pastori y demuestra que no sólo tiene voz para cantarle a sus cicatrices, sino que también puede cantar por cantar. Cantar para hacerlo todo más bonito. “No está mal, ¿no?”, pregunta al final. No, nada mal.

El disco se cierra con Soledad y Hanna no lo sabe, pero a sus 22 añitos es más que probable que sea la última vez que tenga que escupir cosas como “la soledad me atormenta”. Porque Hanna se acaba de sacar un disco que está destinado a no dejarla sola nunca más.
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